lunes, 6 de octubre de 2008

Cronicas de Viajes I (Un sabado cerca de San Cristóbal)





Entre las satisfacciones que me da mi trabajo oficial(el que paga las cuentas y alguno que otro capricho) es la oportunidad de viajar. Para el eterno curioso que soy, mirar otros lugares y otras formas de ver al mundo me parece fascinante. Esta fascinación no se puede quedar en mi nada más, por eso aprovecho este espacio para a partir de ahora bajo el título de Crónicas de Viajes compartir con ustedes aquellas cositas y detalles que siempre me ocurren o busco cada vez que viajo.

Hace corto tiempo estuve en Santiago de Chile. He estado viniendo esporádicamente desde hace algunos años y aunque puedo decir que conozco gran parte de la ciudad todavía me faltaban los detalles que no veo camino al centro comercial o de regreso al hotel o en las salidas ocasionales en tiempo de farra.


Por eso aproveché aquel Sábado y trabajé todo aquello que podía adelantar y ya entrada la tarde me fui a conocer un poco más del corazón de la ciudad. Me habían hablado del Cerro San Cristóbal donde se encontraba la estatua de la Virgen patrona de la ciudad y el zoológico, ¿por que no mejor esquiar o a tomar el tour de los viñedos? Por que lo mejor de un viaje es ver gente interactuando con gente en su ambiente. Tome el metro (Por alguna razón eso de no sentirme tan turista en un lugar me enorgullece) y bajé en Baquedano, intersección de línea 1 con 5 y me dirigí al cerro de San Cristobal hogar de la Virgen de la Concepción.




Para llegar al punto donde comenzaría mi ascenso primero tuve que atravesar como 5 avenidas, dos plazas y un mercado popular. Un olor tristemente característico de todos los lugares que están cerca de un zoológico me indicó que el cerro estaba cerca.. A esa hora no se encontraba abierto, por lo que seguí de largo y comencé a ascender siguiendo el trazo de la carretera; la que asumía me llevaría a la cumbre.



Eran las 7 pm alguno que otro carro pasaba al lado mio. Atrás, otro excursionista del cual yo rápidamente me alejé(uno nunca sabe) era mi única compañía. El frío pinchaba mis mejillas pero todavía era soportable. Mis pasos eran los normales en mi: acelerados y a grandes zancadas, solo me detenía para admirar desde la barda del cerro las luces de la ciudad, me daban una idea de que tan grande era Santiago, impresionante para alguien acostumbrado a señalar con el dedo los límites de la suya.



Siete y media pm, 20 minutos después de empezar llegué…… a otra carretera. Busqué alguna pendiente para seguir subiendo, solo vi por encima de mi cabeza los funiculares que llevaban a visitantes más inteligentes a donde yo tendré que esperar una próxima vez.

Resignado, emprendí el camino de regreso.






Otra vez en la calle vi las luces del barrio bohemio avivados ahora con musica de salsa y merengue. Caminé, esta vez sin apuros por entre los mismos musicos y vendedores que minutos atrás fueron una impresión borrosa en mi corrida hacia la cima. Entre éstos encontré a una señora que en el pequeño mercadito de Bellavista vendía sus artesanias. Al principio, estaba más atento a sus productos. Solo cuando comencé a ver detalles que resaltaban entre las pinturas campestres y los moais de la Isla de Pascua le miré el rostro surcado de arrugas y lleno de la misma nostalgia que se plasmaba en las portadas de Victor Jara y Violeta Parra de sus cuaderno artesanales.

-¿Usted perteneció a “unidad popular”? - Mi vidajeno interior preguntó

Su mirada brilló, y con un “por supuesto” por delante me relató: Tenía apenas 30 años cuando el golpe de estado ocurrió. Su vida profesional como asistente social en una institución gubernamental apenas comenzaba cuando sin florecer el capullo murió. El tiempo pasó y ahora es dueña del puesto que ahora ocupa, pero el espiritu seguia ahí, contrabandeando ideas en portadas inocentes. Quise saber más, moría por hacerlo. Pero decidí que era suficiente por la noche. Ya habrá otros viajes a Santiago, otras idas al Cerro y de seguro una visita al mercadito de Bellavista. (Continuará en mi próximo viaje….)


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