miércoles, 27 de octubre de 2010

Un Pedazo de Felicidad


Hoy era el día que hablaríamos de un artículo aparecido sino me equivoco en Newsweek: ese tema recurrente que desde hace años me persigue y que es la futura privatización del agua mundial. Pero algunas veces es mejor enfocarse en aquellas cosas simples y sencillas que hacen que la felicidad, ese tema que para muchas veces personas se vuelva etéreo, casi inalcanzable por más que se busque o se compre de repente caiga a mis pies como un marañón jugoso en abril(si, yo me atraganto de ellos en su época).

Hace un año tengo unos patines, de aquellos que nosotros que crecimos usando aquellos de cuatro rueditas todavía nos cuesta decifrar como pararnos, mucho menos andar en ellos. Varios domingos fueron testigos de esos intentos vanos por querer parecerme a aquellos jóvenes veinteañeros que pasaba a velocidad al lado mío, con manos y pies en una perfecta coreografía artística flotando sobre el asfalto.

El domingo fui, a la cinta costera, dispuesto a ver que podía hacer diferente. Traje conmigo mi mochila con los patines y escondidos los usuales pensamientos de lo que hay que hacer, mis proyectos, que pasará la próxima semana, enfin.... preocupaciones cotidianas. Pensando en todo eso, mientras me quitaba las zapatillas un pensamiento de repente me iluminó: La felicidad no es algo grande, son pequeños trozos de ahoras que como rompecabezas se van armando durante el día. Entonces, ¿Cómo podía ser feliz en ese momento? Disfrutando lo que tenía en ese momento: un par de patines, un clima templado y un asfalto esperando que lo rodara.

Así, cuando me levanté, se quedaron en el banco: la novela por teminar, el proyecto que me será super exitoso y todos los comos y peros de todo que siempre se cuelan en cualquier paseo que doy. Incliné mi cuerpo hacia adelante(habia visto un video en youtube que recomendaban hacer eso) y poco a poco comencé a mover mis manos y mis piernas, ooopsss un par de sustos me hicieron aletear como un gallinazo pero otra vez en control comenzamos de nuevo, pierna izquierda, pierna derecha brazo respectivo acompañando, intentando llegar al final de la cinta y virar. De repente, no importó si llegaba o no llegaba, si había un comienzo o un fin o si me parecía a aquellos chicos, era solo yo, el asfalto y la brisa. Se hizo el silencio, solo se escuchaba los ruidos que hacían los patines al rodar y fue allí donde sentí que aquel momento me perteneció en su totalidad, me olvidé de las lecciones de equilibrio, extendí los brazos para sentir la brisa que me acariciaba y una sonrisa que hace mucho no parecía se dibujó en la cara, había caido el marañón a mis pies y me lo comí enterecito. Pasado el tiempo, llegó el momento de empacar, buscar a mis proyectos en su banca y regresar a casa, cuerpo cansado pero con el estomago lleno, listos para empezar nuevos retos.